domingo, 19 de abril de 2009

Carta a un amigo muerto

Querida alma en pena,

que te encuentras junto a la sabiduría de la muerte.
Te escribo estas líneas, quizás las últimas de mi vida, mientras la agonía y la angustia se ciernen sobre mí, y los recuerdos de toda una vida junto a ti pasan ante mis ojos como una vieja película dañada por el paso de los años.
Me viene a la memoria nuestra infancia, ya tan lejana, y aquellos juegos en los que retrocedíamos en el tiempo, para ser devueltos a la realidad por los gritos de nuestras madres, al contemplar con sorpresa y enfado nuestra ropa manchada del barro de aquel aljibe al que subíamos a escondidas, y en el que finalmente acabaron con tu vida...

Recuerdo también nuestros días de colegio, y la estricta rectitud con la que los profesores nos enseñaban y formaban día tras día.
¿Y aquellos veranos en los que tener piscina era un lujo del que sólo podían disfrutar los más adinerados? Y pecado sería no mencionar las Semanas Santas, en las que nuestros mayores nos obligaban a rezar y rezar, encerrados en la Iglesia...

Cómo de la infancia pasamos a la juventud sin darnos apenas cuenta, hasta que finalmente no tuvimos más remedio que mirar a nuestro alrededor, donde la miseria y la guerra se empezaban a hacer notar, aunque sin demasiada intensidad todavía. Pero todo aquello pasó, y el brillante sol dio paso a tiempos de pobreza y hambre, en los que los soldados iban blandiendo sus fusiles como hachas en manos de verdugos.

Fueron tiempos de miedo, que merecerían ser borrados de la memoria, y en los cuales hallaste la paz eterna, para ya no padecer más penurias.
El motivo de que esté en estos momentos escribiéndote estas lineas en mi lecho de muerte, quizás no lo conozca ni yo mismo, pero te pido que desde donde estés te acuerdes de mí y me recibas contigo, pues ya noto cómo la muerte se aproxima lentamente, sin poder hacer nada para detenerla. Aunque ciertamente, confieso que deseo fervientemente reunirme de nuevo contigo. Así que, sin más preámbulos, me despediré de mi vida terrenal y de todo lo que un día me unió
a ella.

De tu más leal y confidente amigo...

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