domingo, 12 de abril de 2009

Algunos recuerdos nunca mueren

Ana se recostó en en su mullido sillón estampado y entornó sus dulces y claros ojos, al tiempo que los últimos rayos del sol acariciaban suavemente su rostro, marcado con profundas arrugas que sin embargo no la envejecían en absoluto sino que le proferían un cierto aire de ternura y una extraña belleza que sin duda en su día debió ser deslumbrante y resplandeciente.

Era un atardecer maravilloso, digno de ser captado por el pincel de un pintor y grabado para la posteridad. Daba la sensación de que estaba durmiendo tranquilamente, con un sueño muy profundo. Pero no era así.
Simplemente estaba recordando. Pero despierta. Su mente ya no estaba allí.
Se había trasladado 54 años atrás en el tiempo, cuando ella contaba tan sólo con 16 años, y era una jovencita alta, delgada con una larga melena rubia y ondulada que le caía sobre la espalda.

Se encontraba en la plaza de su pueblo, escondida en un pequeño callejón que quedaba fuera de la vista de las personas que pasaban por allí. En su semblante se reflejaba gran nerviosismo, y sus enormes ojos miraban a un lado y a otro sin parar. Esperaba impaciente la llegada de David, un amigo suyo de toda la vida, pero que en los últimos meses se había convertido en algo más que un simple amigo. Había surgido entre ellos dos un amor que, quizás inconscientemente, habían estado ocultando en lo más profundo de su corazón incluso más tiempo del que ellos mismos sospechaban.
El nerviosismo se debía a que en aquellos tiempos estaba muy mal visto ver a una pareja de enamorados tratarse de manera demasiado afectuosa antes del matrimonio.

De repente, apareció un muchacho de buena estatura, moreno, corriendo hacia ella. Cuando llegó, le faltaba el aliento, pero consiguió decirle que que acababa de ver cómo su padrastro asesinaba a su madre, al mismo tiempo que sus ojos se inundaban de lágrimas, pero continuó hablando y le explicó que había sido visto por su padrastro justo cuando se disponía a huir en busca de ayuda, y que en esos momentos, el cruel asesino iba tras él para asesinarle antes de que la gente se percatase de lo sucedido y poder así inculparse de lo hechos.

Tras unos breves segundos, el padrastro apareció por un lado de la plaza, y con los ojos llenos de cólera se dirigió hacia ellos con una pistola en la mano. Los jóvenes intentaron escapar, pero la mano del asesino fue más rápida y las balas alcanzaron a ambos.

En un último esfuerzo, ya moribundos en el suelo, entrelazaron sus manos y se dijeron que ya jamás se verían obligados a ocultar su amor. David le confesó que en realidad, su madre había muerto tratando de defenderle a él, ya que su padrastro se había enterado de que éste se veía a escondidas con una chica, y habían mantenido una gran discusión, ya que le parecía mal el comportamiento de su hijastro.

Los jóvenes se miraron tiernamente y cerraron sus ojos para siempre...

FIN

1 comentario:

  1. Muy emotivo el relato. Me pareció muy buena tu ambientación. Soy un simple aprendiz, pero te daré un consejo que me dieron hace un tiempo:
    Revisa el texto en voz alta. Hay algunas repeticiones. Por cierto, me costo leer el blog, no sé si es mi navegador, o es el tipo de letra que empleas en el blog. Saludos.

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